sábado, 2 de marzo de 2019

Mi vida ahora - Capítulo 06: Las flechas de Cupido

Agnes limpiaba una de las mesas de la cafetería. Unos chicos se habían marchado y la quería tener limpia y preparada para el próximo cliente. Artemisa se estaba ocupando de colocar la vajilla en el carro para transportarla al fregadero.

Artemisa: Por la Diosa, no se marcharán nunca.
Agnes: Ya pueden caer chuzos de punta que estos no se mueven.

Se referían a la señora Hermenegilda, Fernanda y su marido Bartolo. Habían pedido varias veces y no tenían la intención de levantar vuelo. La señora Hermenegilda ya se había comido tres generosas porciones de bica.

Hermenegilda: Cada vez que me asomo por la ventana, la veo. Está ahí sentada en su casa, viendo la tele y sin hacer nada. Tiene la casa mano por hombro. Desde mi ventana se ve el polvo. 
Bartolo: ¿Desde tan lejos?
Hermenegilda: Con los prismáticos. Los compré en la tienda del hijo de la Gerania. Que venden pistolas y copetas.
Fernanda: Esa es una guarra y una pelandusca. 
Bartolo: Lo que tenéis que hacer es dejar de meteros en la vida de los demás. Si quiere tener la casa sucia, pues que la tenga. ¿A vosotras que más os da?
Hermenegilda: ¡Cucha el tío!
Fernanda: ¿A que es para liarse a palos? ¡Nosotras nos preocupamos por el barrio! A ver si ahora no vamos a poder hablar. Esta noche te quedas sin cena.
Bartolo: ¿Que he dicho?


Agnes: No paran de hablar...
Artemisa: Pobre hombre, menuda mujer tiene...
Agnes: Sí...a mi me parece riquiño.


Bartolo: Ya me calentaré yo la sopa, no te preocupes.
Fernanda: No hay sopa. No compré y la que quedaba la tiré por el fregadero.
Bartolo: ¡Pero si sabes que es lo que suelo cenar!
Fernanda: Ha subido el precio de la sopa. Un céntimo más por sobre. Ya sabes que no nos sobran las perras. Te calientas agua en el microondas y mojas pan duro, que tenemos una bolsa llena.
Hermenegilda: El pan duro con la leche está de rechupete. 
Fernanda: Eso le daba yo a mi hijo para merendar. Pan duro con aceite. Anda que no se lo comía a gusto el niño. Así está de hermoso.
Bartolo: Siempre has sido una tacaña...
Fernanda: ¿Yo tacaña? Tú que sabrás.


Hermenegilda: Mi amiga no es tacaña, Bartolo. Es ahorradora. Tienes que cuidar más a Fernanda, que es una santa y es tu esposa. La tienes que valorar más y cuidarla, que es una joya. Siempre estás buscando el pelo en la leche, hijo. Hablando de hijo, ¿habéis visto al hijo de la Conchi?
Fernanda: ¿El drogadicto? Me da un miedo cuando lo veo en las escaleras. Ese adora al diablo. Vestido de negro y con los pelos largos.
Bartolo: Al chico le gusta el heavy, nada más. Que vista de negro no significa que sea...
Fernanda: Calla ya, que no te enteras de nada. Si es que en el fondo eres un ignorante de la vida.
Hermenegilda: Ay, Fernanda. Ese a mi me da mucho miedo. A mi me mira raro. Cuando lo veo desde mi ventana, cambiándose de ropa en su cuarto, me mira con odio y cierra la persiana. Adora al diablo, al yeti o a la momia, pero ni mucho menos a un dios bueno.
Fernanda: Tenemos que andarnos con cuidado con ese. Igual que la Pili, la del quinto. Con esas faldas...noto que quiere conquistar a mi Bartolo. Esa es una pelandusca. 
Bartolo: Ojalá fuese verdad...


Un hombre entró en la cafetería. Lucía una boina blanca en su pelo castaño, largo y ondulado. Su bigote era algo ridículo, largo y negro. Vestía de azul y negro y tenía pinta de artista.

Agnes: Buenas tardes.
Semuá: Buenas tagdes. ¿Mesa paga uno?
Agnes: Sí, aquí mismo si lo desea.
Semuá: Me pagese bien.


El hombre se sentó y miró a Agnes con atención. Ella se ruborizó, pues la miraba fijamente, casi sin pestañear.

Agnes: ¿Que desea tomar?
Semuá: Necesito bebeg algo que me espabile. ¿Un café con hielo?
Agnes: Por supuesto. ¿Desea acompañar al café con algún dulce?
Semuá: No, está bien así. Muchas ggasias.



"Es justo lo que estaba buscando. Pog fin siento la inspigación que tanto anhelaba. Es pegfecta, una diosa de la belleza".

Semuá: Pegmítame que me pgesente. Me llamo Semuá y soy pintog. Soy un agtista incompgendido, pego con mucho talento. Mis cuadgos se vendegán pog millones algún día, señogita...
Agnes: Agnes, me llamo Agnes.
Semuá: Es un enogme placeg conocegla, señogita Agnes.
Agnes: Le traigo su café.


A Artemisa se le había caído una cuchara al suelo. Agnes la vio y se agachó para cogerla. Semuá aprovechó el momento para mirar con todo detalle el trasero de Agnes.

Semuá: ¡Menudas posadegas! ¡Fabulosas, magavillosas!


Agnes le pidió a Artemisa que le llevase el café con hielo al cliente. No le apetecía atenderle. Semuá se desilusionó cuando Artemisa le sirvió. Aprovechó para intentar averiguar algo sobre Agnes.

Semuá: Disculpe mi  atgevimiento, señogita. ¿Conoce bien a su compañega?
Artemisa: Sí, ¿ocurre algo?
Semuá: Me llamo Semuá. Soy agtista, todavía no conocido pego eso cambiagá dentgo de muy poco. Había pegdido la inspigación, pego su compañega ha conseguido que despiegte el agtista que habita en mi. ¿Cgé que aceptaguía que yo la pintase?
Artemisa: ¿Quiere pintar a Agnes?
Semuá: Así es. Su belleza debe seg getgatada. Es hegmosa y tgansmite magia. Es justo lo que necesitaba. Pog favog, ¿podgía ayudagme?
Artemisa: No estoy segura de que le haga mucha gracia, Agnes es tímida. Le preguntaré, a lo mejor la idea le guste.


Artemisa: Agnes, ¿puedes venir un momento?

Agnes se acercó hasta la mesa de Semuá. Artemisa le sonrió y Agnes la miró con cara de no entender nada.

Artemisa: Semuá dice ser artista. Parece que hace tiempo que no encuentra inspiración para pintar. Al verte, esa inspiración que necesitaba ha vuelto a él. Le gustaría poder pintarte.
Agnes: ¿A mi? 
Semuá: Pog favog, señogita Agnes.
Agnes: Es que tengo mucho traballo... este hombre está tolo, Artemisiña...


Semuá: Oh, tiene usted la belleza de los dioses.

Semuá se levantó y besó una de las manos de Agnes. 

Agnes: Eh...se lo agradezco, pero creo que no me apetece demasiado.
Semuá: Piénselo bien. Pinto de magavilla y quedagá getgatada paga la etegnidad.


Artemisa: Me parece que no le apetece demasiado, caballero. Deje que se lo piense un tiempo.
Semuá: ¡Pego no hay tiempo que pegdeg!
Agnes: Tengo demasiado traballo. Hay otras clacks por ahí más guapas que yo. ¡Yo soy máis fea que un  croio!
Artemisa: Eso no es verdad y lo sabes, Agnes.
Semuá: Los cgoios deben seg pgeciosos si usted se compaga con ellos. Además, piense que yo la getgatagé desnuda. Captagé toda su esencia.
Agnes: ¡¿Desnuda?! ¡A nai que te botou!
Hermenegilda: ¡Será posible el guarro este!
Artemisa: De eso nada. Será mejor que no insista.
Semuá: ¡Quiego conteplag su belleza al competo!


La señora Hermenegilda y Fernanda se levantaron con sus bolsos en las mano. Lo hicieron rápido, nadie diría que arrastraban las dolencias de las que solían quejarse. Levantaron sus bolsos y con una velocidad asombrosa, los usaron para golpear a Semuá. Este se intentaba proteger como podía, pero sabían usar sus armas con gran habilidad. Eran golpes certeros y nunca erraban. Agnes y Artemisa observaban atónitas la escena.

Semuá: ¡Señogas pog favog!
Hermenegilda: ¡Guarro, pervertido! ¡A ti te voy a dar yo retrato!
Fernanda: ¡Cochino, marrano! 
Semuá: ¡Socoggo!


Hermenegilda: ¡Te voy ha despachurrar!  
Fernanda: ¡Te voy a dar una somanta de hostias que no te reconocerá ni tu madre!
Semuá: ¡Mis intenciones son buenas! ¡Ahhh! ¡Ay!


Semuá se zafó de ellas y salió corriendo dirección a la puerta de salida. Hermenegilda y Fernanda le seguían golpeando sin parar, a toda velocidad. Los golpes le venían de todas partes y estaba desorientado. Al final, consiguió agarrar el pomo de la puerta y salió como pudo.

Fernanda: ¡No huyas, mendrugo!
Hermenegilda: ¡Zoquete, palurdo! ¡Ven aquí, papamoscas! 


Finalmente Semuá consiguió salir de allí espantado y dolorido. Corrió como nunca lo había hecho. Hermenegilda y Fernanda se miraron satisfechas. Agnes y Artemisa se quedaron con la boca abierta.

Hermenegilda: ¿Estás bien, chiquita?
Agnes: Sí...
Fernanda: Ese era un mendrugo de los gordos. Decirle eso a una clack. Encima a una clack libiana.
Hermenegilda: La libianas son modernas, pero no tanto.


Leticia se había arreglado para llevar a los niños a la cafetería de Agnes y Artemisa. Dante estaba encantado pero Suselle tenía cara de pocos amigos.

Leticia: ¿Preparados para salir?
Dante: ¡Sí! Estás muy guapa, Leti...
Leticia: Muchas gracias, Dante. Suselle, me encanta esa falda y top rosa que llevas. Vamos las dos de rosa, qué guay.
Suselle: No entiendo que no podamos ir solos.
Leticia: Es mi responsabilidad cuidar de vosotros en ausencia de vuestros padres. Además, yo también quiero merendar algo rico y conocer a Agnes.
Dante: Agnes es la caña.
Suselle: Sí, ya nos podría cuidar ella...


Leticia escuchó esa frase lapidaria, pero hizo oídos sordos. Abrió la puerta para que saliesen y llamó a Pandy.

Leticia: ¡Pandy!

Este apareció bostezando. Llevaba horas durmiendo la siesta.

Pandy: #### (Hola, preciosa)
Leticia: ¿Te vienes? Vamos a una cafetería muy chula y de paso a ver a la famosa Agnes. 
Pandy: #### (Por supuesto que me apunto)
Leticia: Me llevo algo de bambú en el bolso, para que meriendes.


Leticia apagó la luz y cerró la puerta con llave.


Comenzaron a caminar hacia la cafetería, que no se encontraba muy lejos. Leticia seguía intentando simpatizar con Suselle.

Leticia: Me ha dicho mi madre que has sacado un diez en el examen de inglés.
Suselle: Sí.
Leticia: ¡Eso es genial, Suselle!
Dante: Yo he sacado un siete. Hacía siglos que no sacaba una nota tan alta.


Se cruzaron con Fatumata y Vaiana. Se saludaron y Vaiana le dijo a Suselle que luego le hablaría por Sclikpe.

Leticia: Wow, me encanta el estilo de la mamá de tu amiga. ¿Es africana?
Suselle: Pregúntaselo tú.
Leticia: Ah...bueno, ya lo haré.
Dante: Mira que eres borde. No le hagas caso, ya te he dicho que mi hermana es tonta.
Leticia: No le insultes, Dante. Las chicas a veces tenemos esos días en los que estamos menos receptivas.
Dante: Ya...pero no me gusta que te hable así. 


Leticia: Mirad, ahí está Pradito con su padre.
Suselle: ¡¡Pradito!!

Salió corriendo en dirección a ella y Pradito la recibió feliz. Las amigas se abrazaron entre risas.


Fue en ese momento cuando unas flechas invisibles pero poderosas atravesaron el corazón de Pandy. En una autobús que pasaba por allí vio a una osa panda. Llevaba un lazo rosa en su cabeza y lo miró sonriente. Pandy no podía creer lo que estaba viendo. Su corazón galopaba como un caballo desbocado. Fue algo fugaz, pero suficiente para que Pandy se quedara totalmente fascinado.

Pandy: #### (No puede ser, ¿es real lo que acabo de ver?)


Dante: Pandy, ¿estás bien?
Pandy: ### (He visto un ángel)
Dante: ¿Nunca habías visto un autobús?


Leticia: ¿Eres el padre de Pradito?
Sebastián: Sí, ¿eres Leticia? Pradito me habla muy bien de ti.
Leticia: Oh, qué bien. Sí, soy Leticia. ¿Te quedarás a merendar?
Sebastián: No, tengo cosas que hacer. Te dejo al cargo de Pradito.
Leticia: No te preocupes, para mi es un placer cuidar de ella. Es un encanto de niña.


Sebastián: Me voy, Pradito. Luego pasará Rita por aquí y te llevará a casa.

Pradito: ¡Vale!
Sebastián: Pasarlo bien.
Suselle: Gracias, Sebastián.
Leticia: ¡Hasta luego!


Don Pimpón terminaba un trabajo para la escuela con su ordenador portátil. Estaba sentado en la terraza, tomándose un café de Colombia. Aunque estaba muy ocupado con el trabajo, era un momento de tranquilidad que estaba disfrutando mucho. Alejado de los gritos y alboroto de los niños. Cuando vio venir a Dante, Pradito y Suselle la tranquilidad que tanto estaba disfrutando desapareció. Eran sus alumnos y estaba claro que no lo dejarían tranquilo. Guardó el trabajo a toda velocidad y apagó el ordenador. Recogió todo lo rápido que pudo y salió corriendo de allí.


Pradito lo vio caminando con paso rápido y decidido. No le pudo ver la cara pero lo reconoció.

Pradito: ¡Adiós, profe!
Don Pimpón: ¡Adiós, Pradito! 


Leticia y los niños se sentaron a la mesa. Abrieron la carta de tés y postres. Era muy difícil tomar una decisión ante tanto surtido. 

Leticia: No sé que pedir...
Dante: Yo quiero una rosquilla de choco.
Suselle: ¡Yo también!
Dante: Copiona.
Pradito: Pues yo...


Leticia: Estoy indecisa. Quizás una ensaimada. 
Pradito: ¡Ya sé, un cupcake de mora!
Leticia: Buena elección.


Agnes: ¡Suselle, Dante, Pradito!
Niños: ¡Hola, Agnes!
Agnes: Oh, estás muy guapa con ese vestido rosa.
Suselle:Gracias, Agnes.
Leticia: Yo soy Leticia, pero puedes llamarme Leti. Los niños me han hablado mucho de ti.
Agnes: Un placer, Leti. ¿Cuidas a los niños?
Leticia: Sí. Son muy buenos.
Suselle: Agnes, ven un momento...


Suselle se llevó a Agnes y le habló al oído para que no la pudiesen escuchar.

Suselle: No le hagas caso, quiere sustituir a mi madre. Va de guay, pero no me gusta.
Agnes: Suselle, pero si se ve buena chica.
Suselle: No es mi madre. Quiero que me deje en paz. No quiero que nadie me cuide, pero si no hay más remedio... ¿podrías cuidarme tú?
Agnes: ¡Suselle! Nada en este mundo me haría más ilusión, pero ya ves que estoy trabajando y me es imposible. No seas así con Leti, no quiere sustituir a tu madre. Se ve que tiene buen corazón. Tienes que hacer un esfuerzo, darle una oportunidad.
Suselle: Es que...echo de menos a mamá.
Agnes: Tu mamá estará siempre ahí, sabes que te quiere mucho, al igual que tu papá. Leti la está ayudando y si le das una oportunidad, verás que te caerá genial.
Suselle: Lo intentaré. Gracias, Agnes.


Agnes: Dame un abraziño.
Suselle: ¡Eres tan buena!

Suselle la abrazó a punto de llorar.

Agnes: Corre, voy a tomaros nota. Os espera una gran merienda.
Suselle: ¡Síii!


Agnes les sirvió la merienda y empezaron a comer. Comían con ansias, como si el mundo estuviese a punto de acabarse.

Leticia: ¡Mmmh! ¡Esto está requetebueno! Pradito, ¿te gusta el cupcake?
Pradito: ¡Está megabueno!
Suselle: Leti, ¿quieres probar un trocito de rosquilla?
Leti: Oh, Suselle, ¿de verdad? ¿Puedo?
Suselle: Claro. Toma.
Leti: ¡Gracias! ¡Está muy rica!

Leticia se aguantó las ganas de llorar. No sabía que es lo que había pasado, pero por fin Suselle estaba siendo amable con ella.


Agnes se acercó hasta Pandy. Estaba distraído, mirando al final de la calle.

Agnes: Pandy, ¿que miras con tanta atención?
Pandy: ### (Estoy enamorado de una panda preciosa, pero la he visto solamente un momento...)

Agnes le dio un beso en la frente y le acarició.

Agnes: Ahora te traigo un cuenco con agua y algo que puedas comer. 


Chris llevaba rato espiando a Leticia. Sabía que en esos momentos estaba trabajando, pero deseaba con todas sus fuerzas estar con ella.  Se acercó hasta la terraza, para escucharla hablar.

Leticia: Mis atracciones preferidas son la noria y la barca. Odio el tren de la bruja, me daban cada escobazo...
Pradito: ¡A mi me gusta la noria! 
Dante: A mi todo menos las atracciones de niños. No me da miedo nada.
Suselle: Ya...pues lloraste cuando te subiste en el pulpo.
Dante: ¡Mentira, me picaban los ojos!
Chris: ¡Bizcochito!


Leticia se dio la vuelta y vio a su novio ahí, esperando a que se acercase. Se levantó y fue a saludarle. Agnes los vio y un presentimiento extraño la invadió.

Agnes: Hay amor entre ellos, pero algo no me gusta. Espero equivocarme pero creo que esto no acabará bien...


Leticia: ¿Qué haces aquí? Podrían vernos, Chris.
Chris: Me da igual. No tenemos que escondernos, amor. Te amo y lo quiero gritar a los cuatro vientos.
Leticia: Chris, eso es precioso. Yo también te quiero. Ten un poco de paciencia. Cuando mi madre descubra que eres un nuevo Chris, aceptará nuestro amor. Tienes que darle más tiempo. Piensa que todo lo que sabe de ti es que fuiste a la cárcel, que eras un bala perdida y que te vio desnudo en mi cuarto.
Chris: Entiendo. Lo haré, le demostraré que soy otro click y que pienso luchar por el amor de su hija.


Dante: ¡Eh, no molestes a Leti!
Chris: ¿Ese es uno de los niños a los que cuidas?
Leticia: Sí, es Dante. No te preocupes, Dante. Es un amigo.
Dante: Pues se pega mucho a ti...
Chris: Colega, puedes estar tranqui. Soy de fiar.


Leticia: Es mejor que te marches. 
Chris: Me voy, pero volveré. No te librarás de mi tan fácilmente, princesa.
Leticia: ¡No hagas locuras!
Chris: Por ti soy capaz de todo.


Continuará...

1 comentario:

  1. Mientras desayunaba, me he preguntado si habrías publicado ya el capítulo que me comentaste que estabas escribiendo y, al entrar en tu blog, ¡me he llevado una gratísima sorpresa! Este capítulo no sólo me ha gustado, sino que me ha emocionado mucho, y no porque ocurran hechos tristes, para nada, sino porque me emociona mucho lo que haces por Agnes en tu historia, por tratarla tan bien, por hacer de ella un personaje tan bonito. Ya sabes que le tengo mucho aprecio a Agnes y a todos mis personajes en general, pero Agnes es especial, y ver que le otorgas una personalidad tan bonita, que todos la quieren, que cae bien enseguida, y además ver que respetas sus orígenes, hacer el esfuerzo por buscar expresiones y palabras en gallego para ponerlas en sus labios (que, por cierto, son súper acertadas, sobre todo la de “a nai que te botou”, jajajaja, ¡cómo me he reído!) ... todo eso me conmueve mucho. Además, hoy me he levantado algo más sensible de lo normal y estas cosas me llegan aún mucho más. Puedo sentir en mí el cariño que le tienen tus personajes a Agnes y eso me parece inmensamente bonito. Muchas gracias.
    Ha sido un capítulo muy divertido. Me he reído muchísimo cuando la señora Hermenegilda y Fernanda echan al pobre Semuá a bolsazo limpio mientras le dedican esos insultos tan castizos, ¡es que es una escena buenísima! Debo confesarte que el pobre artista me da algo de pena. Es verdad que ha sido muy indiscreto con Agnes, pero los artistas son así, algunos son algo excéntricos y no ven las cosas como los demás, es decir, para ellos el hecho de retratar a una mujer desnuda puede que no sea tan grave como lo es para la mayoría de las personas, pero sí me habría gustado que Agnes se dejase retratar por él, no desnuda claro, pobrecilla, ¡incapaz sería de soportar algo así! Luego también me he reído mucho con la conversación que mantienen los tres. Pobre Bartolo, con lo bueno que se le ve... Menuda es Fernanda. ¡No me imaginaba yo que trataría tan mal a su pobre marido! Qué risa con lo de la sopa, que la tira por el desagüe, pobrecillo, jajajajaja.
    Ay, ¡qué entrañable me ha parecido que Pandy se enamore! Me gustaría que esa panda volviese a aparecer. Qué bonito, pobre Pandy también, y qué risa cuando Dante le pregunta si es que nunca había visto un autobús, jajajajaja. Luego el momento en que Agnes convence a Suselle de que le dé una oportunidad a Leti es muy bonito y me alegra mucho que Suselle haya cambiado de actitud con ella porque sí me parece muy buena chica y se merece que la traten bien.
    Con respecto a Chris, debo decirte que antes no me caía mal e incluso me daba pena que Filomena lo rechazase así, pero ahora, después de las últimas palabras que le dedica a Leticia, algo me ha dado mala espina. Tal vez me ha influido también la intuición de Agnes.
    ¡Quedo a la ansiosa espera de más capítulos! ¡Me encanta esta historia, de verdad! Y de nuevo muchas gracias por darle a Agnes un papel tan bonito en la historia.

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