martes, 20 de mayo de 2025

Historias cortas - Capítulo 06: Cutreman contra Plátanoman

En un lugar muy lejano de la galaxia, una nave espacial esperaba la aparición de Cutreman. El Rey del planeta P-drusco, necesitaba su ayuda. Plátanoman estaba aterrorizando a todo el planeta. Sus amenazas y ataques eran continuos. Lanzaba platanazos contra todo el mundo, creando el caos más absoluto. Sus gentes estaban enfermando debido al exceso de potasio. Además, había secuestrado todas las plataneras de P-drusco y pedía un desorbitado rescate.  

Gérmena: Estamos llegando al lugar del encuentro, señor. 

Una mujer (o ser femenino) pilotaba la nave. Su piel era dorada y su pelo verde. Vestía totalmente de negro, con una capa y un casco. Junto a ella habían dos robots esperando instrucciones.



El Rey de P-drusco era un ser originario de dicho planeta. Solamente uno nacido allí, podía ser Rey. Su piel era verde y su pelo y larga barba pelirrojos.  Su vestido largo lila con toques plateados y su adorno extraño e inservible alrededor de su cuello le otorgaban un aspecto peculiar. 

Rey Kzurro: Acelera. No quiero llegar tarde. Necesitamos la ayuda de ese ridículo humano. ¿Todavía viste con calzones y capa?
Andromeda: Es un desgraciado, señor.
Rey Kzurro: ¡Cierto! ¡Es totalmente ridículo! No entiendo que no se resfríe.

Andromeda era su mano derecha. Nacida en P-drusco, sus consejos eran importantísimos para el Rey. 


Gérmena: Hemos llegado a la localización, señor.
Rey Kzurro: Perfecto. Parece que hemos llegado a tiempo.


Gérmena: Robota, ¿algo en el radar?
Robota: Algo se aproxima a toda velocidad, señora.
Gérmena: ¿Puede tratarse de Cutreman?
Gérmena: No lo sé. Solamente veo un punto moverse en la pantalla. Podría ser cualquier cosa.
Andromeda: Es un desgraciado, señor.


Gérmena: Roboto, ¿hay noticias sobre Plátanoman en la red?
Roboto: Ha sido visto hace unas horas aplatanando unas cocoteras y robando en una farmacia del planeta Enfermo.
Gérmena: ¡Es un desgraciado, señor!
Rey Kzurro: Maldita sabandija. No tiene escrúpulos. 
Roboto: Además, parece que se está pelando.
Rey Kzurro: ¿Se está pelando en una peluquería?
Gérmena: ¿Un plátano se pela?
Roboto: Se está pelando a si mismo. Parece que puede metamorfosearse en Banana.
Andromeda: ¡Es un desgraciado, señor!


Circuita: Señor, nos comunican que lo han visto robando carteras en la autopista. Ha pegado a una paliza a un regetonero que tenía la música al máximo y ahora se dirige hacia aquí.


Rey Kzurro: Andromeda, ¿algún consejo u observación?
Andromeda: Es...un desgraciado, señor.
Rey Kzurro: Está bien, pediremos ayuda a Cutreman.


Dos extraños seres con cables y circuitos por todo el cuerpo no dejaban de teclear y mirar pantallas.

KKPO: Señor, tenemos comunicación de Cutreman. Pide permiso para entrar.
Rey Kzurro: Déjale entrar.


Se abrió la compuerta y Cutreman subió las escalinatas. Al ir calzado con botas para patinar sobre hielo, se resbalaba.

Cutreman: Un día me partiré la crisma. Abrid la puerta, que aquí hace un poco de fresco.



Cutreman entró en el habitáculo que daba acceso al interior de la nave. Se le pusieron los pelos de gallina cuando vio al Rey frente a él. Su aspecto le repugnaba enormemente. 


Rey Kzurro: Bienvenido a mi nave. Imagina quién soy, ¿no?
Cutreman: No lo sé, pero necesita un cambio de estilismo.
 Gérmena: ¿Verdad? Yo apuesto por colores pastel.
Rey Kzurro: ¡Basta!
Andromeda: Es un desgraciado, señor.
Cutreman: ¡Sin faltar, señora! ¿Usted es el Rey?
Rey Kzurro: Así es. Imagino, por su atuendo tan...ideal, que usted es Cutreman.
Cutreman: El mismo. Vengo para prestarles mi ayuda. Me han comunicado que Plátanoman está haciendo de las suyas. Todavía recuerdo lo mal que lo pasé aquel año.
Rey Kzurro: ¿Qué ocurrió?


Cutreman: Me aplatanó.
Rey Kzurro: ¿Y eso que narices significa?
Cutreman: Yo dormía en bolas por aquel entonces. Era una etapa en la que me estaba conociendo, no sabía lo que quería en la vida. Un día Plátanoman entró por la ventana y...
Gérmena: ¡Señor, algo se aproxima!
Cutreman: Debe ser él. 
Rey Kzurro: Ya me contará en otro momento lo que le ocurrió. ¿Nos ayudará? Parece que es usted el único capaz de solucionarlo.


Plátanoman volaba hacia la nave. Estaba decidido a platanarlos a todos. Desde que en el colegio sus compañeros se burlaran de él, había decidido planatarles cara. "Hueles a pedo de mono", "plata no quieres", "se nota que no eres de Canarias", "¿Tanto te alegras de verme?" y más lindezas minaron su moral. Odiaba a todo el mundo y en especial a los que tenían la piel de otro color que no fuese el amarillo. Efectivamente, los chinos estaban a salvo de sus fechorías. 

Plátanoman: ¡Voy a platanar al dichoso Rey Kzurro!


Observó por una de las ventanillas de la nave y descubrió a Cutreman en su interior. Era uno de sus peores enemigos. Aquella se presentaba como la oportunidad de oro para acabar con él.


Rey Kzurro: Buena suerte, Cutreman. Acaba con esta amenaza y serás recompensado.
Cutreman: ¡No se preocupe, acabaré con él!
Andromeda: ¡Es un desgraciado, señor!
Cutreman: Gracias, maja.


Cutreman salió al espacio exterior. Allí, platanado sobre la nave, estaba Plátanoman.

Plátanoman: Cutreman, tenía ganas de enfrentarme a ti. Te voy a platanar hasta que no puedas más. ¡Ahahaha!


Cutreman: ¡Eso ni lo sueñes! Ya no podrás seguir causando el terror por todo el universo. ¡Ha llegado la hora de que pagues por tus delitos!


Plátanoman: ¡Qué miedo! Espera, que me cambio de pañales...¡Ahahahaha! ¡Eres ridículo!

Cutreman miró al infinito. Sabía que el enfrentamiento no sería precisamente fácil. 

Plátanoman: ¿Qué narices hace?


Cutreman: Prometo acabar con esta amenaza, aunque ponga mi vida en peligro. Lucharé por la paz y la libertad y jamás me rendiré.
Plátanoman: ¿Con quién habla? Está chalado.


Y de este modo, termina el capítulo de hoy. ¿Conseguirá Cutreman vencer a Plátanoman? No se pierdan el próximo capítulo de...¡Las aventuras de Cutreman!


Cuando el capítulo de Cutreman terminó, los niños salieron corriendo para jugar en la calle. Adolfina agarró la aspiradora y le pidió a Svetlana que le acompañara. Los niños habían dejado todo perdido. Batido de chocolate en el suelo, manchas por todas partes, migajas de tarta...un desastre.

Adolfina: ¡Qué guarrada! Ahora que pensaba preparar la cena y bañar a Bosco...


Svetlana: No preocupar, Adolfina. Deja que yo limpia todo. Cosina mejor y baña Bosque. 
Adolfina: Gracias, Svetlana. Ha sido todo un acierto tenerte en casa con nosotros.


Bosco: ¡Bañoooo!
Adolfina: Sí, toca baño. Vamos a buscar el baqruito y el pato de goma.
Bosco: ¡Bieeen!
Adolfina: Svetlana, ten cuidado con Pandy. Si entra en el cuarto, no le permitas que lama el chocolate que hay en el suelo. Lo tiene estrictamente prohibido. Ah, y cuidado con Puchi...tiene mucho carácter.
Svetlana: Yo llevo bien animalos. Amiga de ello. Tú tranquila.


Adolfina agarró a Bosco en brazos y se marchó para el cuarto de baño. Svetlana se puso a limpiar con determinación. Mientras lo hacía, canturreaba una de las canciones populares de su país. 


En un descuido, Pandy se coló en la habitación. Puchi estaba subido sobre él, descansado en su suave pelo.

Pandy: ##### (¡Puchi, mira! ¡Chocolate!)
Puchi: #### (¡Parece que lo han dejado ahí para ti!)
Pandy: #### (No lo creo, pero me da igual. Tengo que darme prisa, antes de que lo limpie esa chica)
Puchi: #### (Yo te cubro). 


Pandy: ##### (Eres un gran amigo, Puchi).
Puchi: #### (Por mi mejor amigo hago lo que sea).


Svetlana lo descubrió a punto de empezar a lamer el suelo. Lo agarró de su enorme trasero para impedírselo. 

Pandy: #### (¿Eh? ¡Nos han descubierto!)


Svetlana tiraba con fuerza de Pandy para sacarlo de la habitación.

Svetlana: ¡No comer de eso! ¡Malo te poner! 
Pandy; ##### (¡Quiero comer chocolate!).
Svetlana: ¡Obedecer, oso revoltoso!
Puchi: #### (¡Deja a mi amigo en paz!).


Puchi se lanzó a la cara de Svetlana. Con sus patitas le arañaba con rabia. Sorprendida, no sabía cómo quitarse al pájaro de encima.

Svetlana: ¡Socorro! 
Pandy: ##### (¡Puchi, déjala! ¡No me estaba haciendo daño!)
Puchi: #### (¡Que sea la última vez que te acercas a mi amigo!).


Al rato...

Svetlana se sentó en el sofá de la salita de estar. Aunque se había asustado, Puchi no había conseguido hacerle ningún daño. En esos momentos, Pandy y Puchi dormían juntos en su camita. Bosco, ya bañado, jugaba en su parque con los juguetes. Adolfina intentaba tranquilizar a Svetlana, que se había puesto muy nerviosa.

Adolfina: Siento el ataque de Puchi. Tiene mucho carácter. No te preocupes, en cuanto te vaya conociendo se tranquilizará.
Svetlana: ¡Pájaro demonio! 
Adolfina: Vamos a la cocina y te preparo otra tila. Tengo tarta recién salida del horno.
Svetlana: Bolshoye spasibo.


FIN

 

jueves, 8 de mayo de 2025

Historias cortas - Capítulo 05: Libros y animales en la tele

Adolfina estaba sentada en el sofá de la salita de estar junto a su nueva compañera de trabajo, Svetlana. Una chica rusa, despampanante. De gran belleza, pelo rubio muy largo y ojos azules. Sus la había contratado para que ayudase a Adolfina con los niños y las tareas de la casa. Con Bosco, Pandy y Puchi, las labores se habían multiplicado.

Adolfina: Ya verás lo bien que estarás aquí. Los señores son muy agradables.
Svetlana: Yo contenta estar. Esta parese una tranquila sasa.
Adolfina: Espera a que vengan Dante, Suselle, Pradito y sus amigotes. Esto se convierte en un campo de batalla. Pero no te agobies, son muy buenos chicos. Yo los quiero como si fuesen mis nietos. Svetlana, ¿te gustan los niños?
Svetlana: A mi los niños gusta. Yo sobrinas tengo en patria querida y los suida mucho bien.


Adolfina: Debes echar de menos a tu familia y tu país.
Svetlana: A patria querida añoro mucho. Mi familia mía yo de menos escho. Pena grande.
Adolfina: ¿Tienes mucha familia?
Svetlana: Hermanos dies, yo pequeña de todos. Mama enferma yo dinero enviarle. Ella buena. Nana abandonarnos y yo pena tengo. 
Adolfina: ¡Svetlana! Siento haber toca el tema, no debería haberlo hecho. Te voy a preparar una infusión relajante, tranquila.
Svetlana: Bolshoye spasibo.


Mientras tanto, los niños subieron al cuarto de entretenimiento, dónde tenían el piano, la televisión y las videoconsolas. Suselle y Dante habían invitado a merendar a su casa a algunos de sus amigos. Pradito, Karim y Paula. Adolfina les había servido zumos, leche y tarta de arándanos recién hecha (receta secreta de Adolfina).

Dante: ¡Odio cuando ponen anuncios!
Paula: En mi casa tenemos televisión por cable y nos ahorramos los anuncios. ¿Tus padres no tienen dinero para ponerlo en tu casa? 
Suselle: No me importa ver unos cuantos anuncios, Paula.
Paula: Pues yo veo Cutreman sin interrupciones. 
Karim: Qué rica está la tarta.
Pradito: Síii, está deliciosa.


Paula: La chacha que tenemos en casa también cocina muy bien.
Pradito: ¿No te sabes su nombre? Es muy feo que la llames así.
Paula: A ella le da igual, si no se entera de nada. No habla bien y es vieja.
Suselle: Paula, pues le debes un respeto.
Paula: Ya habló doña perfecta. Como has ganado el concurso de piano te crees la mejor.
Suselle: No empieces.

La tele...

¡¡¡Antonio Clickato!! ¿Quieres vender tu coche? ¡Sí, por supuestísimo! En vendemostuauto...

Pradito: Ay, no puedo más con Antonio Clickato.
Paula: ¡Yo lo odio! No para de salir en todas las publicidades. Estoy harta de verle, así no hay quién vea la tele.
Suselle: Yo tengo pesadillas con ese señor calvo...
Karim: Dante, cambia de canal.


Dante obedeció y cambió rápidamente de canal. Todos suspiraron aliviados cuando desapareció Antonio Clickato de la pantalla. En el canal que había puesto, estaban dando un programa mítico de la televisión wensulana. Era uno en el que los escritores iban a presentar sus libros y de paso, debatían entre ellos sobre la temática o cualquier cosa relacionada. Se llamaba "Pasión por la lectura". Todos resoplaron cuando sonó la melodía del programa.

Paula: ¡Este programa es un aburrimiento!
Karim: Mi madre me lo ponía para que me durmiese. 
Suselle: Pues se presentan libros interesantes.
Pradito: Me suena uno de esos escritores.


El plató del programa consistía en una sala cerrada de paredes de madera. Habían libros por todas partes para decorar. En el suelo, encima de la mesa...

Dante: ¡Qué tío más feo!

Enfocaron a una de las tres personas que estaban sentadas a la mesa. Se trataba de un señor de pelo canoso, bigote y cara de pocos amigos.


Sentado junto a él se encontraba el presentador. Un señor mayor con barba blanca y larga, gafas y una boina. En el otro extremo de la mesa, estaba sentado otro escritor. Este era también mayor. Un hombre calvo, con barba gris y entrado en carnes.


La sintonía seguía sonando mientras los niños merendaban.

Paula: ¡Quítalo!
Suselle: ¡Espera, a ver si conozco a los escritores!
Dante: Suselle...
Suselle: Un momento nada más.


Rigoberto: Bienvenidos una tarde más a Pasión por la lectura. Lectores empedernidos devoradores de libros, hoy tenemos un programa muy especial. Me encuentro con dos escritores de gran talento que vienen a presentar sus obras más recientes. 


Rigoberto: A mi izquierda se encuentra Frugalcio Mortero, autor de novelas tan famosas como Sensaciones geométricas, Asesinando al trompetista del bosque o Batalla napoleónica. Esta tarde nos presenta su última novela. Los mafiosos retirados. Buenas tardes.
Frugalcio: Deseo parlamentar cuanto antes sobre mi libro.
Rigoberto: En seguida le doy la palabra.


Rigoberto: A mi derecha tenemos a Arquímedes Strait, autor de Buque de guerra, Sandalias equivocadas y Los señores sentados. También nos deleitará con la presentación de su último libro, El perro del señor de la esquina. Buenas tardes, señor Strait.
Arquímedes: Buenas tardes, es para mi un auténtico placer estar aquí, en este sensacional programa que divulga el amor por la literatura y la buena lectura.
Rigoberto: Señor Strait, ¿de qué trata su libro? El perro del señor de la esquina es un titulo muy interesante.
Arquímedes: Mi libro, que he escrito con gran devoción y dedicación más absoluta, tiene una interesante a la par que emotiva historia. Los animales, desde tiempos memoriales, han sido testigos de la evolución del hombre. Para bien o para mal, han presenciado lo traumático de nuestros avances más sorprendentes, a la par que destruíamos nuestro entorno. Pues mi historia no tiene nada que ver con esto, pero hace alusiones a temas perpetuos en el tema.


Frugalcio: ¡Deseo hablar sobre mi libro! No he venido aquí para calentar la silla. Mi libro, Los mafiosos retirados es una novela apasionante, que trata sobre lo que ocurre cuando un mafioso se retira. Ya no pueden seguir matando, por lo que en mi novela crean un grupo de teatro musical religioso.


Arquímedes: A nadie le interesa lo que hace un mafioso al retirarse. Es totalmente intrascendente. ¡Al cuerno con ellos! El perro del hombre de la esquina trata sobre la pasión de un hombre que recoge guantes y los vende de segunda mano. Al venderlos en la esquina, le acompaña su perro, un pastor alemán que sabe bailar claqué.


Frugalcio: ¡Ridículo! ¡Absurdo! ¡Vulgar! Comparar semejante bazofia con mi novela es intolerable. ¡Además de crear un grupo musical, mis mafiosos retirados se enamoran de la misma mujer! Eso les conlleva a varias disputas y vuelven a delinquir, matándose entre ellos. Amor, traición, celos, guerra y música que se entremezclan en una apasionante historia. 


Rigoberto: Ambas novelas parecen muy interesantes. Debemos hacer una pausa publicitaria y luego podremos proseguir con los análisis de ambas novelas.


Frugalcio: ¿Un pausa? ¡Mi tiempo es oro! He venido para promocionar mi libro, no para relacionarme con escritores del tres al cuarto.
Arquímedes: ¡Su último libro no lo compró nadie!
Frugalcio: ¡Fui premio meteorito!
Arquímedes: ¡Todo el mundo sabe que ese premio está comprado!
Frugalcio: ¡Eso son injurias y falacias!


Karim: ¡Cambia de canal!
Dante: Vale.
Suselle: ¡El que faltaba! ¡Donald Click!
Pradito: Qué asco de señor.
Paula: Es muy pesado.


Donald Click: Hemos subido un 400% los aranceles. Era necesario. Ya es hora de que dejen de abusar de nosotros. Además de esta importante medida, se construirán KFC en todos los barrios del país además de Burguers clicks. ¡Mis ciudadanos no pasarán hambre!
Suselle: ¡¡Cambia de canal, Dante!!


Suselle apretó uno de los botones del mano al azar. Estaban dando un programa llamado "Frank el de la jungla". Un experimentado reportero viajaba por el mundo con el único propósito de enseñar a los telespectadores los animales más fascinantes. Para ello, debía viajar por los lugares más recónditos del mundo. En esa ocasión, se encontraba en un lugar perdido de una sabana africana. Siempre le acompañaba su fiel cámara, Howard. Frank era un hombre aventurero, pero con poco sentido del peligro. 

Frank: Estamos buscando animales sorprendentes y en este lugar vamos a encontrarlos. Colegas, acompañadme. Howard, no te alejes y sigue todas mis indicaciones.
Howard: Sí, Frank.


Frank: En esta zona podemos encontrar a un animal fascinante, la Naja Nigricollis.
Howard: ¿Naja nigiqué?
Frank: Nigricollis. La cobra escupidora.
Howard: ¿Escupidora? ¡Pues es muy mal educada!


Frank: ¡Ahí tenemos una!
Howard: Frank, ten cuidado.
Frank: ¡Que estás hablando con un profesional! ¡Eres un cagao! Vamos a por ella.
Howard: Yo me quedo en la retaguardia.
Frank: ¡Cachis en la mar! ¡No es momento de titubear! 


Frank fue tras ella y la agarró antes de que le mordiese. La cobra se retorcía enfadada.

Cobra: ¡¡Suéltame mono blanco!!
Frank: Aquí la tenéis, la Naja Nigricollis. ¡Es preciosa!
Howard: ¡Frank, ten cuidado! Se está retorciendo demasiado.
Frank: Que lo tengo todo controlado, pesado. Mirad, si está muy cómoda conmigo. Amanso a los animales, por eso soy tan...


Cobra: ¡Te pille!

La cobra se soltó y le mordió en el brazo. Frank gritó sorprendido. Howard salió corriendo sin mirar atrás.

Frank: ¡Por todas mis muelas! ¡Me ha mordido! ¡Desgraciada!
Cobra: ¡Para que veas lo que me has amansado! ¡Sueltaaa!


Un corte de la grabación dio paso a otra escena del programa. Por lo visto, Frank había sido atendido y por muy poco, no lo cuenta. En ese momento, se encontraba de nuevo en la sabana, observando a los elefantes. Estaban escondidos tras unos matorrales.

Frank: ¡Mirad los elefantes!
Howard: Dicen que son muy agresivos.
Frank: Lo pueden ser, por eso tienes que tener mucho cuidado, Howard. Un inexperto y miedoso como tú, podría acabar aplastado por las patas de uno de estos elefantes.


Howard: Tengo miedo, Frank.
Howard: No temas, estos animales perciben mi tranquilidad y que no soy una amenaza.


La madre elefante se abalanzó sobre Frank y empezó a darle mamporrazos. Howard huyó de una de las crías de elefante, que lo perseguía furiosa.

Howard: ¡Socorro!
Frank: ¡No me dejes así!
Howard: ¡Lo siento, no quiero morir! ¡Te prometo que daré un buen discurso en tu funeral!
Elefanta: ¡¡¿¿Te querías comer a mi bebé??!! ¡¡Toma trompazo!!


Otra interrupción y cambió la escena. Varias cebras estaban bebiendo agua en un río. Unas leonas las estaban acechando agazapadas entre la maleza. No se habían percatado del peligro, por lo que bebían despreocupadas.


Frank: Vamos a ver de cerca cómo las leonas cazan una presa. Una de estas cebras tiene las horas contadas.
Howard: ¡Frank, tengo miedo!
Frank: ¡No seas niñita! Soy un profesional de lo mío. Mira y aprende. No dejes de filmarlo todo. Me voy a acercar más a las cebras.


Tanto se acercó, que las cebras se percataron de su presencia. Huyeron en manada, pisoteando a Frank entre todas. Gritaba dolorido cuando golpeaban partes muy delicadas de su cuerpo.

Howard: ¡Fraaank!
Frank: ¡Au! ¡Ay! ¡Ya no voy a poder tener hijos! ¡Ayy!


Frank: Ay...mi cuerpo...
Howard: Frank, lo estoy filmando todo. ¿Estás bien?
Frank: Mis huesos...


Howard: ¡Frank, corre!
Frank: ¡El peligro ya ha pasado, cageta! Sigue filmando.
Howard: Pero..
Frank: ¡Aquí yo soy el profesional!
Leona: Por culpa de este desgraciado nos quedamos sin comer.
Leona2: Y lo que es peor, nuestras crías tampoco podrán comer.
Leona3: Y el pesaito del león se va a poner de malhumor. Claro, como él no se mueve...
Frank: ¿Eh?
Leona: ¡Pues no nos vamos a quedar sin comida! ¡A por el mono blanco!


Frank: ¡Socorro! ¡Howard!
Howard: ¡Si no lo consigue diré que luchó con gran valentía!
Leona: ¡No huyas, comida con patas!
Leona2: Es poco apetecible, pero más vale esto que nada.
Leona3: ¡Que no escape!