jueves, 12 de junio de 2014

Piratas en el tiempo: Capítulo 01 - Quiero ser pirata



Piratas en el tiempo es la historia de mis personajes de la infancia. Es muy especial para mi ya que con esta historia crecí y viví momentos inolvidables. Junto a mi mejor amigo creamos un mundo repleto de aventuras y personajes. A día de hoy estos personajes siguen vivos para nosotros. Desde hace tiempo pensé que su historia merecía ser contada, por todas aquellas tardes, noches y días que jugamos sin parar. Eramos niños, así que no es 100% igual, hay cosas que he tenido que retocar un poco para darle más sentido, pero la historia sigue siendo la misma, con sus personajes. Quizás no sea la más original o con el guión más sorprendente del mundo, pero es mi historia, la que imaginé junto a mi amigo en aquellos maravillosos años que ya no volverán. Es una historia larga, así que la dividiré en varios capítulos. Resumiré algunas cosas para que resulte más ameno. Espero que sea de vuestro agrado, está escrita con toda la ilusión del mundo.

12 de Junio de 2014
En la actualidad


No estoy viviendo mi mejor momento. Aquí secuestrada, atada a esta silla, golpeada y sin posibilidad de escapatoria mi vida pende de un hilo. Tengo el cuerpo y la cara amoratados de tantos golpes recibidos. Me he caracterizado por ser una clack luchadora y valiente, pero mi espíritu guerrero ha sido derrotado.  


Pienso en todos mis seres queridos que ya no están y los que todavía siguen con vida, refugiándome en los mejores momentos vividos junto a ellos. Mi vida ha sido larga, mucho más larga de lo que podéis llegar a imaginar. He vivido muchas cosas, buenas y malas a lo largo de todos estos años pero jamás pensé que mis días en este mundo terminarían de este modo… pero me gustaría comenzar por el principio…




Año 1750

La taberna El loro mareado estaba siempre a reventar.  Era el lugar preferido de todo buen pirata. Allí se congregaban para beber, comer y disfrutar de los placeres carnales que se les ofrecían. Todo estaba permitido, no había reglas. Mi padre era un famoso pirata temido y respetado por sus camaradas y enemigos. Capitán del Fantasía, un enorme barco preparado para la batalla y surcar grandes distancias en busca de tesoros escondidos y aventuras peligrosas. Se llamaba Christian Delaveaux  pero todos lo conocían por Capitán Pain.  Siempre que atracaban en aquel puerto francés, visitaban esa taberna. Acompañando a mi padre siempre le seguía su inseparable amigo Piff. Aquella noche en la que todos los allí presentes disfrutaban con sus excesos, mi madre se enamoró de mi padre. Trabajaba ofreciendo su cuerpo por dinero y era una conocida ladrona en las calles de la ciudad.
Cuando vio a mi padre bebiendo ron junto a Piff, lo quiso para ella. Su porte era elegante, alto y fuerte. Su pelo negro como la noche y su cuidada barba le parecieron lo más varonil que había visto nunca.  Su compañera de miserias no pudo evitar reír cuando la vio interesada.



- Eso es tirar muy alto, querida. Ese hombre es inalcanzable. Es el mismísimo Capitán Pain – le explicó fascinada.
- No he conocido hombre capaz de resistirse a mi pecaminoso cuerpo – contestó ofendida.
- Será mejor que te olvides, no acepta compañía femenina. Siempre rechaza a toda clack que se le insinúa. Yo misma he sufrido su desprecio…
- ¿Crees que es uno de esos hombres que prefiere la compañía masculina? – No lo aparentaba, pero más de una vez se había llevado una sorpresa.
- No lo creo…quizás le hiriesen ahí abajo, ya sabes…y ya no le funcione– se tocó entre las piernas y las dos echaron a reír.
- Un Eunuco…vamos a averiguarlo – le dijo con picardía. 


- Hola guapo, ¿es usted el Capitán Pain?
- El mismo, ¿quién pregunta? – Solía espantar a las clacks que se le acercaban. La muerte de su prometida años atrás le hizo jurarse que jamás volvería a interesarse por ninguna clack. Al ver a mi madre, los ojos se le abrieron como platos.
- Me llamo Caroline. Es un placer conoceros, Capitán – le guiñó un ojo y le dedicó una de sus mejores sonrisas.
- Mademoiselle, el placer es mío – su pelo rubio, sus ojos azules como el cielo y su exuberante cuerpo le hipnotizaron. Mi madre era una experta seductora y supo de inmediato que lo había cautivado – Estaba bebiendo ron junto a mi fiel amigo y compañero. ¿Desea algo en particular?


- Me preguntaba como sería sentarse sobre el regazo de un hombre tan guapo y elegante como usted – se sentó en su regazo sin pedir permiso y mi padre se dejó seducir por sus encantos de clack fatal – Sí, es tal y como imaginaba. Dígame, Capitán Pain…¿le parezco una clack sexy?
- No desearía parecer vulgar, pero lo es. La clack más sexy que he visto jamás – ya no podía escapar del embrujo de mi madre. Se había enamorado perdidamente de ella.



Debido al enamoramiento de mi padre, tardaron más días en zarpar. No solían pasar mucho tiempo en tierra firme y su tripulación se estaba inquietando. Finalmente decidió marcharse dejando a Caroline en tierra. Ella protestó y pidió que la llevase con él, pero se negó. Sabía que la presencia de una mujer en su barco provocaría muchos problemas y su vida correría peligro rodeada de tantos piratas.


- Se defenderme muy bien sola, amor mío – intentaba hacerle cambiar de opinión, pero mi padre era muy testarudo.
- No es posible, amada mía. Deberás permanecer en tierra, esperando mi llegada. Prometo volver a verte cuando me sea posible. Sabes que la vida de un pirata no es fácil.
- Me abandonas así, sin más. Eres cruel conmigo. ¿Así demuestras todo lo que me quieres? – Le reprochó enfadada.
- Solo me preocupo por tu bienestar. En cuanto consiga un buen tesoro, te compensaré con joyas y todo el oro que te mereces.
- Eso sería maravilloso, amor. Está bien, esperaré tu regreso con impaciencia – Amaba el dinero y el lujo más que nada en el mundo – Prometo ser solo tuya, para siempre.


Se despidieron en el puerto con un largo y apasionado beso. Mi padre y Piff se marcharon en una barca cargada de provisiones rumbo al Fantasía. Caroline observó  como se alejaban hasta que los perdió de vista.



Año 1759

Mi madre quedó encinta. Aquello le desagradó muchísimo. Odiaba ponerse gorda y  perder encanto para los clientes. También odiaba a los niños. Christian no supo de mi nacimiento hasta pasados dos años desde su partida. Cuando descubrió que era padre reaccionó con alegría. Sin embargo, mi madre me odiaba y no sentía por mi ningún cariño. Mi padre venía siempre que podía, pero eran pocas veces. No encontraba tesoros, pero siempre nos traía regalos y monedas para facilitar nuestra supervivencia. A pesar de todo, mi madre se lo gastaba sin invertir ni una moneda en nuestras necesidades más básicas. Le gustaba el ron e invitar a hombres a casa, engañando a mi padre en múltiples ocasiones. Yo no me atrevía a decir nada cuando mi padre regresaba “lo mataré mientras duerme si le cuentas algo” me decía mi madre. Cuando venía a casa a vernos era la niña más feliz del mundo. Disimulaba mi tristeza y los malos tratos a los que mi madre y sus amantes me sometían. Yo era una niña rubia de ojos azules y muy bella. "Cuando seas mayor, tendrás muchos clientes" solía decirme.


Aunque no era feliz en casa, tenía dos grandes amigos. Uno de ellos se llamaba Tommy, un niño vagabundo que vivía dónde podía. Su piel morena y sus ojos negros contrastaban con mis rasgos. Siempre quedábamos para jugar a piratas. Los dos deseábamos ser piratas y navegar lejos para vivir aventuras.  Un día, mientras jugábamos con nuestras espadas de madera en las calles, apareció la que se convertiría en mi mejor amiga, Margaret. Nos sorprendió su forma de vestir, tan limpia y elegante. Sentí envidia y me cayó mal al instante.

- ¿Quién eres tú? – Le pregunté con cara de pocos amigos.
- Soy Margaret. Mi tía vive en este barrio y me aburría en su casa. ¿Cómo os llamáis? - nos miraba de arriba a bajo, parecía creerse superior.
- Yo me llamo Diana y él es Tommy. ¿Qué quieres?
- ¿Puedo jugar con vosotros?
- Sí – dijo Tommy de inmediato. Me sorprendió su rápida respuesta, yo estaba dispuesta a mandarla a paseo sin ninguna consideración. Margaret se acercó a nosotros más confiada.


- ¡Estupendo! Mi tía es tan aburrida…Mirad, traigo mi muñeca. Se llama Cleopatra. ¿A que jugáis? – miré la muñeca con deseo, nunca había visto una tan bonita.
- A piratas. ¿No te mancharás ese vestido tan caro? – Le pregunté en un último intento de hacerle cambiar de opinión. – Para este juego es necesario tirarse al suelo y ensuciarse.
- Prefiero eso a escuchar los ronquidos de mi tía. ¡Me pido ser la chica secuestrada!


Desde aquel día nos convertimos en tres grandes amigos.  Descubrí que Margaret era una niña muy divertida y que me había equivocado pensando mal de ella. Todas las tardes que venía a casa de su tía, se escapaba para jugar con nosotros. Lo hacía en secreto, sin que su tía y sus padres se enterasen. Siempre hacía de chica guapa en apuros, pero no nos importaba. Yo prefería el papel de mujer pirata y Tommy del valiente novio que la rescataba.


Mi madre me castigaba siempre que me descubría jugando con mis amigos. Me obligaba a pedir en las calles y a robar. No me gustaba hacerlo pero no tenía alternativa.

- ¡Socorro prometido mío! ¡Esta pirata me tiene secuestrada! – Gritaba Margaret muy metida en su papel

Utilizábamos cualquier cosa para hacerlo pasar por barcos pirata. Un carreta, una vieja cesta, una caja de madera…

- ¡Yo te salvaré, amada mía! – Sabía que a Tommy le gustaba mucho Margaret, saltaba a la vista.
- ¡No permitiré que te la lleves sin más! ¡Ella es mi prisionera!


- ¡Maldita niña del demonio! – Los gritos de mi madre interrumpieron nuestros juegos - ¿Qué narices haces aquí?
- ¡Madre! Sólo estaba jugando un poco con mis amigos… - Sabía que me esperaba un castigo por mi desobediencia.



Me agarró de los pelos y me arrastró dirección a nuestra hogar. Lloraba suplicando perdón, pero mi madre no tenía compasión.

- ¡Madre, me hace daño! ¡No lo volveré a hacer más!
- ¡Estoy maldita con una hija como tú! Aprenderás a obedecer, ya lo verás – conocía aquella mirada maléfica, me esperaba una buena.

Tommy y Margaret fueron testigos de estas situaciones en muchas ocasiones. Intentaron intervenir, pero nada podían hacer contra la violencia de Caroline


A pesar de las pocas veces que mi padre nos visitaba, lo adoraba. Sus visitas se convertían para mi en una gran fiesta. Siempre me traía regalos que me entusiasmaban. Sabía de mi fascinación por los piratas y las aventuras así que me contaba sus experiencias más emocionantes. Mi madre se ocupaba de vender sus regalos e inculcarme que jamás sería una mujer pirata. En cuanto cumpliese unos años más, me llevaría con ella a la taberna.


En una ocasión la familia de Margaret se preocupó. Sus padres la dejaban todas las tardes en casa de su tía mientras ellos se ocupaban de sus negocios y asuntos familiares. Una tarde su padre se percató que no estaba en casa. La buscó hasta que la encontró jugando con nosotros en la calle.

- ¡Margaret! – Gritó sorprendido - ¿Qué haces aquí? ¡Este lugar es peligroso!

Era un hombre muy gracioso. Su barba larga y ancha, su enorme barriga, sus grandes gafas y su elegante forma de vestir me hicieron mucha gracia.

- ¡Padre! Estoy jugando con unos amigos, Diana y Tommy – dijo sonriente.
- Si tu madre se entera que te escapas para venir a jugar aquí, te castigará – le recordó.
- No le digas nada, padre…es que en casa de tía Augustine me aburro mucho. Siempre se queda dormida. Ellos no son malos, padre. Son mis amigos.


- Encantado de conoceros. Me llamo Charlie, soy el padre de Margaret. ¿Vivís por aquí? – Nos preguntó curioso.
- Yo vivo en la calle, señor. – Contestó Tommy sonriente – A veces me refugio junto a otros niños en una casa abandonada cerca de aquí.
- ¿No tienes padres? – Al padre de Margaret pareció afectarle su situación.
- No señor. Mis padres me abandonaron hace muchos años.
- ¿Y tú?
- Yo vivo con mi madre muy cerca de aquí – le contesté. No podía dejar de mirar su extensa barba marrón.
- Si mi hija juega con vosotros es porque sois buenos chicos. Tomad, una moneda para cada uno – cuando nos entregó aquellas brillantes monedas, saltamos de alegría.
- ¡Muchas gracias señor! – Estaba feliz. Pensé en comprarme una muñeca igual a la que tenía Margaret.


- Vamos hija mía, regresemos a casa que ya es tarde. Ha sido un placer, Diana y Tommy.
- ¡Hasta mañana! – Margaret parecía estar contenta. Su padre me pareció un ángel.
- Voy a comprar comida, ¡mucha comida! – exclamó Tommy feliz.
- Yo quiero una muñeca como Cleopatra, ¡por fin tendré una!

Mi madre había presenciado lo ocurrido.  Descubrir que Margaret pertenecía a una familia adinerada puso en marcha un plan para sacar tajada de la situación. Claro está, se quedó con mi moneda para gastárselo en sus vicios.




Más de una vez Margaret nos invitó a su casa sin el permiso de sus padres. Siempre entrábamos sin ser vistos y jugábamos en su alcoba con todos sus juguetes. Tommy y yo la envidábamos. Vivía en una enorme mansión con toda clase de lujos y comodidades. Ella se quejaba de la poca libertad que tenía y lo estrictos que eran sus padres, pero a nosotros su vida nos parecía un sueño inalcanzable.

- Cuando sea mayor heredaré esta mansión , todas las propiedades de mis padres y el negocio familiar. Cuando sea libre para decidir, os vendréis a vivir conmigo. Podremos jugar todo el tiempo que nos dé la gana – nos prometió convencida.
- No permitiremos la entrada a mi madre. Ya no podría ponerme la mano encima nunca más – dije con los ojos llorosos – Tommy ya no tendrá que vivir en la calle, pasando frío.


- Siempre seremos amigos, no lo olvidéis nunca. Cuando me necesitéis, aquí estaré. Si algún día estáis en apuros, no dudéis en pedirme ayuda. Para eso están los amigos. Solo tenéis que esperar a que sea mayor de edad, entonces os vendréis a vivir conmigo.
- Eres muy buena, Margaret – dijo Tommy feliz.
- Si pudiese, vendríais a vivir ahora mismo conmigo. No soporto que tu madre te maltrate…ni que tú vivas en la calle – las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
- ¡No estemos tristes! ¡Vamos a jugar! – Dije tirando todos los juguetes al suelo. Los tres reímos felices viviendo cada segundo juntos. 


Una tarde en la que jugábamos los tres juntos en la calle, mi madre nos acechaba junto a su nuevo novio al que le llamaban “El Pulgas”. Su plan consistía en secuestra a Margaret y pedir un rescate.



Nos sorprendieron en mitad de nuestros juegos. Caroline agarró a Margaret y la metió en un saco. Ella gritaba confundida y espantada. No podía creer lo que estaba viendo. Mi propia madre estaba secuestrando a mi mejor amiga. Quise impedirlo, pero El Pulgas se interpuso en mi camino.

- ¡Ayúdame Diana!
- ¡Suéltala, madre! – Grité enfurecida. 



El pulgas me agarró del cuello y me elevó en el aire. Me estaba ahogando. Movía mis brazos y mis piernas intentando asestarle un golpe, pero era incapaz.

- Maldita niña, no te interpongas en nuestro camino – me amenazó mientras apretaba con más fuerza mi cuello.


Tommy le asestó un buen golpe y El Pulgas  me soltó entre maldiciones y gritos de dolor. Caí al suelo respirando aire desesperada. Tommy siguió golpeando a El Pulgas con todas sus fuerzas, pero todos sus golpes ya no surtían efecto. Sacó un puñal de su bolsillo y se lo clavó en el pecho.

- ¡Tommy! – Grité al ver el puñal ensangrentado - ¡Lo has matado! ¡Asesinoo!


Corrí hacia él y le golpeé con mis puños.  El se reía ante mi desesperado intento de vengar su muerte. Me agarró y me abofeteó dejándome aturdida. No podía dejar de llorar por TommyMargaret.

- ¡Deja de molestar o correrás el mismo destino! 


El padre de Margaret frustró el secuestro. Mi madre vio asustada como el señor Charlie se dirigía hacia ella dispuesto a rescatar a su hija.

- ¡Nos han pillado, Caroline! ¡Tenemos que salir de aquí!
- ¡Margaret! ¡Alto ahí, esa es mi hija! – Charlie estaba decidido a dar la vida por su hija.
- ¡Vayámonos de aquí! – Ordenó mi madre.


Eran capaces de enfrentarse a unos niños pero no a un click adulto. Margaret suponía un peso muerto así que la abandonaron. Corrieron como alma que lleva el diablo. El Pulgas me agarró en brazos y aunque intenté resistirme, me llevaron con ellos.

- ¡Diana! ¡Padre, se la llevan! – Margaret lloraba intensamente. Había visto morir a su mejor amigo y ahora su mejor amiga estaba en manos de dos lunáticos sin corazón.
- ¡Margareet! – Alargué mi brazo hacia ella pero pronto nos alejamos de aquel lugar.

Pude ver como su padre le abrazaba e intentaba consolarla con el corazón en un puño.Después salieron corriendo pidiendo un médico a gritos.




Nos refugiamos en casa, esperando que pasase la tormenta. Aquella noche no podía dejar de llorar. Tommy estaba muerto y me costaba aceptar esa realidad. Lo echaba de menos. Tenía asumido que jamás volvería a ver a Margaret, sus padres no se lo permitirían. Por suerte, pude recuperar a Cleopatra. Margaret se la dejó olvidada tirada en la calle. También recuperé la espada de madera de Tommy. Eran mis dos tesoros y los guardaría conmigo para siempre. Acostada sobre un montón de paja, mis ansias de venganza aumentaban por momentos. Mi madre y su novio dormían en una cómoda cama. Se habían emborrachado hasta quedarse dormidos.


Allí acostado estaba el asesino de Tommy. El Pulgas le había asesinado sin piedad, riéndose sin ningún tipo de remordimiento. “Le he hecho un favor, Diana. Llevaba una vida miserable y pasaba hambre y frío. Su existencia no tenía ningún sentido “. Esa fue su justificación ante mis miradas impregnadas de odio.

- Pagarás por la muerte de Tommy, rata inmunda – dije susurrando. 


No fue difícil hacerme con su puñal, estaba tan borracho que ni un terremoto le haría despertar. Su risa cuando el cuerpo de Tommy cayó al suelo se repetía en mi cabeza una y otra vez. Me tiré sobre él clavándole el puñal una y otra vez. Pensé que me sentiría victoriosa, feliz por vengarme, pero ocurrió todo lo contrario. Me sentía mal, muy mal. Mi madre despertó sobresaltada y gritó aterrada cuando descubrió el cuerpo sin vida de su amante. Vio el puñal en mis manos y enloqueció.

- ¡Amor mío! ¡No, por favor! ¡Despierta! – Meneaba su cuerpo intentando hacerle despertar – Tú lo has matado, ¡lo has matado!



Me quitó el puñal y me golpeó. Caí al suelo sollozando. Ya nada me importaba, ni la misma muerte.

- ¡Tenerte fue un error! Niña desagradecida, ¡te he dado un techo! Debes morir, ¡has matado al amor de mi vida!  – Alzó el puñal amenazante y supe que pretendía asesinarme.


- Suelta ese puñal, mujer – Era su voz, la voz más maravillosa del mundo. Mi padre estaba allí con nosotras, amenazando a mi madre con su imponente espada – Un movimiento en falso y morirás.
- ¡Padre! ¡Ten cuidado, madre es mala! Me dijo que te mataría, ¡no quiero que mueras! – La sola idea de perder a mi padre me hacía enloquecer. 


- Hija mía, ven conmigo. Ponte tras de mí – obedecí sin pensármelo dos veces.
- Amor…no te enfades…no pretendía hacerle ningún daño. Ha asesinado a ese hombre a sangre fría, ¿no lo ves? – le preguntó señalando el cadáver de El Pulgas.
- ¡Él mató a Tommy! Intentó matarme pero Tommy se lo impidió. ¡Él se reía como si su muerte fuese una broma! – Me agarré de la pierna de mi padre llorando.
- ¿A Tommy? Ese era tu mejor amigo. ¿Es eso cierto, Caroline?
- Era solo un vagabundo… ¿Tan importante es?
- También era el mejor amigo de Diana, ¿lo has olvidado? ¿Qué hace ese hombre en la cama?
- No tenía a dónde ir y le dejé dormir en la cama. Yo dormía con Diana cuando de repente…
- ¡Mentira! Era su novio, padre. Cada semana trae uno distinto…y me pega, padre…me maltrata y me obliga a pedir en la calle…
- ¡Maldita mentirosa! Espera que te coja, tu padre no estará siempre aquí para protegerte – Volvía a mirarme con esos ojos maléficos que tanto miedo me daban.
- Escuché cómo decías que había matado al amor de tu vida. Eres indigna de ser madre, de tener una hija como Diana. No me arrepiento de haberte conocido, ya que soy padre de una preciosa niña, pero te repudio. No volverás a ponerle la mano encima a nuestra hija.
- Amor mío, no te alteres más. Es una niña mentirosa, con mucha imaginación. Pretende ponerte en mi contra, ¿no te das cuenta?
- ¡Calla víbora! Tu lengua es venenosa. No volverás a ver a nuestra hija nunca más. Se vendrá conmigo.

Al escuchar aquellas palabras lloré con más intensidad abrazada a mi padre.

- Tranquilízate hija, te vendrás conmigo. Nadie volverá a hacerte daño, te lo prometo – me dijo acariciándome el pelo.


Caroline se lanzó a los pies de mi padre suplicante.

- Te lo ruego, llévame contigo. Prometo ser una madre ejemplar, amor mío – le besó las botas esperando que su humillación surtiese efecto.
- Levántate, Caroline – recé para que mi padre no se dejara encatusar por sus mentiras. Si mi madre se venía con nosotros, seguiría sufriendo sus maltratos – Has perdido tu oportunidad de ser una buena madre. Te perdono la vida por respeto a mi hija, nada más. 


Mi padre me tomó en brazos y salimos de aquella espantosa casa. Mi madre nos seguía con ojos suplicantes y pidiendo perdón una y otra vez.

- No puedes dejarme, ¡por favor! Perdóname, dame otra oportunidad. Te quiero, no puedo vivir sin ti, te lo ruego. ¡Haré todo lo que quieras!
- No volverás a ver a tu hija nunca más, ¿eso no te entristece?

Cuando subimos al Fantasía, mi corazón dio un brinco. Aquel enorme barco era más bonito que en mis más dulces sueños. Diversos piratas se preparaban para desembarcar. Caroline nos observaba desde el puerto, ahora con odio en sus ojos. Mi padre me abrazaba fuerte mientras me acariciaba suavemente.

- Diana, hija mía. No llores más. Ahora serás la capitana de este barco y viviremos juntos muchas aventuras. Siento la muerte de Tommy, pero siempre vivirá en tu corazón, hija mía.



El barco se alejó de aquel puerto y nunca más volví a ver a mi madre.  Junto a mi padre superé aquellos terroríficos momentos. Viajamos mucho y descubrí animales y seres extraños que nunca había visto. Era la niña mimada de aquel barco y todos los piratas me trataban con cordialidad, en especial Piff. Adoraba el viento fresco en la cara, las olas azotando el casco del barco, las intensas tormentas, las islas paradisíacas. Me sentía como una Princesa en su castillo.




A veces temía que mi madre apareciese en la oscuridad de la noche, dispuesta a vengarse por la muerte de El Pulgas, pero poco a poco aquellas pesadillas y miedos desaparecieron. Jamás me olvidé de Tommy y Margaret, imaginando lo bien que nos lo pasaríamos los tres juntos jugando en el Fantasía. Mi vida cambió para siempre y me convertí en lo que siempre quise ser, pirata. 


Continuará...

jueves, 5 de junio de 2014

Sed de sangre: Capítulo 10 - Un destino sin retorno

Aquel tren aguardaba paciente la llegada de todos sus pasajeros. Poco a poco llegaban cargados con sus respectivos equipajes. Muchos se marchaban solo por un tiempo y otros, como en el caso de Estrella, se marchaban para no volver. Vicrogo quiso acompañar a Estrella y Gallofa a la estación. Quería despedirse de su amiga y desearle toda la buena suerte del mundo. Cuando Estrella aceptó el trabajo, Vicrogo pensó que Wen sería cu compañero de viaje, no Gallofa. Cuando le comunicó que su intención era no volver, se entristeció. Desde siempre había sentido debilidad por su amiga, consciente de su duro pasado. 

Vicrogo: No comprendo nada... Puedes ir y volver, no significa que tengas que renunciar a tu vida aquí con los que te queremos. ¿Que ocurre con Wen? ¿Está de acuerdo con tu marcha?
Estrella: Mi querido Vicrogo, agradezco tu preocupación. Eres el mejor amigo que se puede tener. Wen y yo hemos terminado para siempre.
Vicrogo: Estrella...lo siento mucho...¿Seguro que para siempre? A veces solo se necesita un tiempo.
Estrella: No, las cosas ya están muy claras. Este trabajo me ayudará a olvidarme de él y de todos mis problemas. Viajar y fotografiar animales es más que un trabajo, es un sueño. Gracias por esta gran oportunidad. Te prometo que te enviaré unas fotografías fantásticas.
Vicrogo: En cuanto me sea posible, abriré la galería con tus obras. Estrella, te echaré de menos...
Gallofa: ¿Y a mi? Parece que a nadie le importa que me vaya...
Vicrogo: Pues claro que sí, Gallofa. Siento muchos que os vayáis los dos. 
Estrella: Yo también te echaré de menos. 


"Pasajeros con tren destino Aeropuerto, acudan a la vía 5. Su tren saldrá en cinco minutos."

Estrella: Debemos irnos ya.
Vicrogo: ¿Te has despedido de todos?
Estrella: No...no soy capaz. Es demasiado duro para mi...

Estrella reprimió las ganas de llorar pero sus ojos se humedecieron de lágrimas. Estaba tan triste que no sabía como era capaz de mantenerse en pie. Separarse de Wen y sus amigos era la decisión más dura que jamás había tomado. Lo amaba con todo su corazón, más que nunca. Le dolía pensar que amase a otra, aquello la martirizaba. Sinéad, la bella vampiresa. Aunque no tenía muy claro cuanta verdad había en ello, tenía claro que nada podía hacer contra aquella despampanante clack. Era bella y dulce. Su delicado rostro cautivaba a todo el mundo. Había mostrado ser inteligente, culta y muy cariñosa...sin duda había embelesado a Wen. Siempre había temido que esto ocurriera. Era una clack insegura y con muy baja autoestima.


Wen corría a toda prisa seguido de su hermana Sus. Suponían que tomaría el tren al aeropuerto, así que buscaban la vía 5. Sus estaba agotada, sentía que le fallaban las piernas y le faltaba el aire pero no podía dejar solo a su hermano, así que siguió corriendo sin parar.

Wen: ¡No la encuentro!
Sus: ¡Debe...debe estar por aquí! 


Wen: ¡Esa es la vía 5! ¡Vamos, Sus!
Sus: ¡Hago todo lo que puedo! 

La gente los miraba curiosos. No tenían más remedio que apartar a la gente que se detenía obstaculizando su camino. Muchos gritaban enfadados y otros miraban sorprendidos.

Sus: ¡Disculpe! ¡Lo siento, caballero!


Wen: ¡La veo! ¡Allí está!
Sus: ¡Está a punto de subir al tren! ¡No te detengas, Wen!
Wen: ¡Estrella! ¡Espera! ¡Estrella!



Su corazón dio un vuelco cuando escuchó su nombre. Al ver a Wen frente a ella, sintió ganas de lanzarse a sus brazos y llorar desesperada. 

Wen: ¡Estrella!
Estrella: Wen...
Wen: No te vayas, por favor. Estás equivocada, no amo a Sinéad. 
Estrella: Eso no es lo que dice tu diario...ni lo que has ido demostrando todos estos meses.
Wen: Estaba confundido, es todo. Solo te amo a ti, amor mío. No te vayas, solamente te amo a ti.
Estrella: No soy tonta, aunque muchos lo piensen. No niegues la realidad. Wen...no es solo lo que he leído en tu diario, es todo. Tu comportamiento conmigo...y todas las cosas que me has ocultado...me he dado cuenta que no confías en mi y que tu amor por mi no es tan fuerte como pensaba. Amas a Sinéad, la vampi...ya sabes. No es necesario que finjas por pena.


Wen: Amor, comprendo que desconfíes, es lógico. Sí, siento atracción por ella, pero no la amo. Quiero estar contigo. Hablé con ella y me dijo que amaba a Eros, no hay nada entre nosotros.
Estrella: ¿Ella te rechaza y soy tu segundo plato?
Wen: No, eso no es así. Escucha, ahora tengo las cosas claras. Te quiero solo a ti.
Estrella: Pues ahora soy yo la que no tiene las cosas claras...


Wen: Vamos, cariño...olvidemos lo ocurrido.
Estrella: No puedo, Wen...te quiero mucho pero has destruido mi confianza hacia ti. 
Wen: ¿Que puedo hacer para que vuelvas a confiar en mi? ¡Haré lo que haga falta! 
Estrella: Wen...nunca encajé en tu mundo. Sinéad me a abierto los ojos. Estas semanas en las que me has rechazado, ocultado cosas y despreciado me han hecho pensar. Por ella te has desvivido, diría que casi enloquecido. Yo no era tu prioridad, Wen, y no creo que lo sea nunca. En tu maravilloso mundo dónde tu madre lo tiene todo controlado, parezco un bicho raro.
Wen: Mi madre te adora, lo sabes. Sí, es muy exigente y al principio no sabía cómo tratarte pero ahora te quiere como a una hija. No eres un bicho raro, no digas eso. Encajas a la perfección en mi mundo y por supuesto que eres mi prioridad. 


Estrella: Sinéad era tu prioridad. En tu diario decías que no querías estar conmigo, que te agobiaba con mi presencia...pues no hago otra cosa más que cumplir tus deseos.
Wen: Estrella, por favor...
Estrella: Adiós...deseo que seas feliz junto a ella.
Wen: ¡Te quiero a ti! Por favor, no te vayas, ¡no podré vivir sin ti!


Estrella: Oh, sí...sí que podrás. La tienes a ella.

Se dio la vuelta y le dio el billete a la revisora. Cortó un trocito y se lo devolvió.

Sus: Estrella, no te vayas...
Estrella: Lo siento...pero no quiero permanecer aquí por más tiempo. Me siento tan traicionada y repudiada...

No pudo evitar ponerse a llorar. En realidad no deseaba marcharse, intentaba creer en las palabras de Wen, pero algo en su interior se había roto y no sabía como reconstruirlo.


Gallofa ya había tomado su asiento y Estrella se mantuvo de pie frente la puerta frente a Wen. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas y le mojaban la ropa. 

Estrella: Eres lo que más he querido en el mundo...jamás te olvidaré.
Wen: Estrella, por favor, tienes que entrar en razón. Entre Sinéad y yo no hay nada. Eres la única clack en mi vida, debes creerme amor mío.
Estrella: No puedo creerte...
Wen: Dime, ¿que haré yo sin ti? Mi vida estará vacía...no sé vivir sin ti...te lo ruego. Dame otra oportunidad, amor mío...
Estrella: Wen...necesito tiempo y espacio para pensar. Si realmente nuestro amor es verdadero, lo sabremos en un tiempo. No te pido que me esperes, ya que no sé que decisiones tomaré en un futuro, pero esto es necesario. Tú también debes pensar en todo lo acontecido en estos meses...quizás descubras que yo no soy el amor de tu vida.


Se escuchó un pitido y las puertas del tren se cerraron. Estrella tomó asiento frente a Gallofa, junto al cristal que daba al andén. Wen se acercó hasta el cristal y le suplicó que se lo pensara. Estrella no podía escuchar lo que le decía, pero se lo imaginaba. Lloraba con el corazón partido negando con la cabeza.

Wen: ¡No te vayas! ¡Por favor!
Sus: Wen...
Vicrogo: ¡Dale otra oportunidad, Estrella!

Vicrogo y Sus también lloraban. Aquella delicada situación les había conmovido. 



El tren se puso en marcha. Wen veía a Estrella llorando tras el cristal y se puso a correr persiguiendo el tren.

Gallofa: Estrella, dale otra oportunidad, por favor...¡Se nota que te quiere! Mira que lástima...
Estrella: Wen, no hagas esto más difícil de lo que está siendo...



Wen: ¡Detengan el tren! ¡Estrella!

Wen corría con todas sus fuerzas. Sus se abrazó llorando a Vicrogo. Este la abrazó también observando la dramática escena.




El tren aceleró y a pesar de los esfuerzos de Wen, se alejó velozmente de la estación. Sentía que le habían robado parte de su corazón y se lo llevaban en aquel tren. Cayó al suelo exhausto y se golpeó la cabeza contra el suelo. Allí tendido lloró por ella sin reparar el fuerte golpe que se había llevado.

Wen: ¡Estrellaaaa! 


Sus y Vicrogo acudieron en seguida preocupados por el golpe. Sus se agachó para comprobar como se encontraba. Descubrió que le había salido un enorme chichón en la frente. 

Sus: ¡Wen! ¿Estás bien? ¿Te duele?
Vicrogo: ¿Llamo a un médico?
Wen: No...estoy bien...
Sus: Lo siento, hermanito...lo siento mucho...


Wen se abrazó a su hermana llorando. Vicrogo también lo abrazó para brindarle todo su apoyo.

Sus: Wen, no te rindas. Esto no es el fin. ten fe. No pierdas la esperanza. 
Vicrogo: Ánimo, Wen. Venga, iremos a mi casa y te prepararé un buen tazón de chocolate. Necesitas relajarte un poco.Un poco de hielo en ese chichón tampoco te irá mal. 


Dos días después...

Wen fue a casa de Duclack, necesitaba hablar con ella sobre todo lo sucedido.

Duclack: ¡Wen! Pasa.
Wen: Gracias.
Duclack: ¿Cómo estás?

Al ver los ojos rojos y lagrimosos de su amigo, supo que nada bien.

Wen: Muy mal...Desde que ella se fue mi vida es un infierno...


Tomaron asiento en un sofá.

Duclack: ¿Hablas de Estrella o Sinéad?
Wen: De Estrella.Aunque no puedo negar que también echo de menos a Sinéad.
Duclack: Siento que Estrella se haya ido así...Sabes que es una clack muy insegura y eso la llevó a tomar una decisión demasiado drástica...En cuanto a Sinéad, dijo que solo será por un tiempo. 
Wen: Fue por mi culpa, lo admito. Duclack, se lo dije de todas las formas que conozco. Le dije que la amaba, que entre Sinéad y yo no hay nada...pero de nada sirvió...
Duclack: Quizás este tiempo que os toméis separados os venga bien. 
Wen: Dijo que necesitaba tiempo para pensar...lo he estropeado todo...
Duclack: No te martirices más. Ya te has disculpado y has intentado solucionar las cosas, más no puedes hacer.
Wen: También te he fallado a ti...
Duclack: Wen, a mi no me has fallado...
Wen: Sí, lo he hecho. Eres mi mejor amiga y te he dado de lado todo este tiempo. Lo siento...te echo de menos.
Duclack: Yo también te echaba de menos. Wen, por mi no te preocupes, no hay nada que sentir.
Wen: ¡Oh, Duclack! Solo tengo ganas de llorar, ¡no sé cómo podré vivir sin ella!

Duclack le abrazó y Wen lloró sobre su hombro.

Duclack: Yo estaré siempre a tu lado. Juntos lo superaremos, te lo prometo. 



Martyna y Jedrek salían de los estudios centrales de televisión. Aunque habían sido despedidos, fueron a suplicar sus viejos puestos de trabajo. La negativa de la cadena fue contundente.

Martyna: ¡No me quieren ni para llevar el café!
Jedrek: No te preocupes, hermana. Buscaremos a esa vampiresa y les demostraremos que no somos unos farsantes.
Martyna: Ya me dirás cómo...
Jedrek: Algo se me ocurrirá...
Martyna: No comprendo que hacía Belén Clicksteban en la urna...la vampiresa se esfumó sin dejar rastro.
Jedrek: Esa vampiresa es más lista de lo que pensábamos.

Nikolai los observaba subido en el techo de uno de los coches del aparcamiento. Desde que los vio en televisión burlándose de los vampiros ansiaba hincarles el diente. 

Nikolai: Pagaréis por vuestra burla, mortales insignificantes. 


Se dirigieron a su coche y Martyna se detuvo un instante. Jedrek la miró y descubrió a Nikolai sobre el techo de un coche. Estaba situado tras su hermana, así que ella no podía verlo.

Martyna: ¿Cómo vamos a pagar las facturas? Ya nos han llegado dos avisos.

Jedrek intentaba pronunciar alguna palabra, advertir a su hermana del peligro, pero el terror se había adueñado de su cuerpo.

Martyna: ¡Debemos hacer algo! ¿Jedrek? ¿Que te ocurre?
Jedrek: Detrás de...detrás de ti...


Martyna: Me estás asustando...no es momento de hacer bromas. ¡Nuestra situación es crítica! Por su fuese poco, esos dos delincuentes van a tener un juicio...¡pensaba que los meterían directamente en la cárcel! ¿No está clara su culpabilidad? ¿Me estás escuchando?
Jedrek: Un vampiro...detrás de ti. 
Martyna: Hermano...¿hablas en serio?


Martyna se giró temiendo lo peor. Cuando vio a  Nikolai amenazante con sus relucientes colmillos, gritó aterrorizada.

Nikolai: ¡Habéis encontrado una vampiro! ¿Os divierte ridiculizar nuestra existencia? Os gusta reíros de nosotros, pensando que en realidad no existimos.


Saltó rápidamente hacia ellos y agarró a Martyna de la cintura. 

Jedrek: Por favor, nosotros...
Nikolai: Os demostraré que existimos y de lo que somos capaces de hacer...¡Sufriréis nuestra existencia en vuestras carnes! 
Martyna: Se lo ruego, no era nuestra intención molestarle...¡Haremos lo que sea!
Jedrek: ¡Tenemos dinero!
Nikolai: Mentirosos...
Jedrek: Solo pida, ¡le daremos todo lo que quiera!
Nikolai: Solo hay una cosa que tenéis y quiero.
Martyna: ¿Que es?
Nikolai: Vuestras vidas.


FIN